Death Stranding 2
Hideo Kojima regresa con Death Stranding 2, y lo hace sin pedir permiso, sin compromisos y con una visión tan extraña como fascinante. El resultado: una secuela tan contemplativa como desafiante, que expande su mundo no sólo en escala, sino en mensaje.
Norman Reedus retoma su papel como Sam Porter Bridges, el incansable repartidor de lo imposible, ahora con la misión de conectar un nuevo continente —Australia— a la Red Quiral. Sí, el ciclo se repite: analizar mapas, empacar equipo, esquivar amenazas humanas y paranormales (los temidos BTs siguen presentes), y avanzar paso a paso con la mirada fija en el horizonte. Para quienes jugaron el título original, el ritmo resultará familiar… y eso es parte del encanto.

Death Stranding 2 perfecciona lo que hizo del primero una experiencia tan divisiva como inolvidable. El diseño de misiones sigue basado en la meticulosa planificación y la constante adaptación al terreno. Cada río profundo requiere una escalera; cada zona infestada de BTs, una dosis de granadas hemáticas; cada tormenta, una estrategia. Y ahora, con los peligros geológicos añadidos —tormentas de arena, terremotos y lluvias torrenciales que hacen crecer los ríos— el reto se intensifica y la sensación de vulnerabilidad se multiplica.

El juego abre con un breve capítulo tutorial en México, para luego dar paso a un viaje extenso de más de 35 horas en las que Sam lucha por mantener unidas las piezas de una humanidad rota. Esta vez, sin embargo, el viaje se siente más urgente, más introspectivo y hasta más trágico. La Tierra, viva y enojada, parece estar resistiéndose a la misma conexión que prometía salvarnos. La pregunta flota constantemente en el aire: ¿era esto lo correcto?

Visualmente, el juego es espectacular. Cada escenario australiano presenta una identidad distinta, tanto en estética como en mecánicas, rompiendo la monotonía que algunos criticaron en el juego anterior. Además, la dirección artística —marca Kojima— brilla en cada cinemática, cada secuencia onírica y cada diseño de criatura.
Veredicto final:
Death Stranding 2 es una experiencia profundamente original, con un mensaje ambiental que resuena más fuerte que nunca. Es un juego que no tiene miedo de ir lento, de ser raro, de pedirte atención y paciencia. Pero si se las das, te recompensa con una historia única, paisajes que quitan el aliento y una meditación inquietante sobre la soledad, la conexión… y la resistencia de la naturaleza.